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VERO Y LOS CANTOS DE SIRENA

Publicado: 2016-06-15

Para envidia de muchos y tirria de otros, dirigentes políticos o no, (líderes están en extinción) Verónika Mendoza es hoy una lideresa de resonancia internacional. Su inusitada aparición en el panorama político peruano, su sorpresivo crecimiento en las competencias electorales que acaban de terminar, al extremo de colocarse a un paso de competir en la segunda vuelta, pese a su exigua disposición de recursos económicos, ha llamado la atención a propios y extraños. Pero, lo que al final la ha puesto en la cima de la popularidad y bien ganada fama dentro y fuera de nuestro país, ha sido su actitud en momentos dramáticos en que la suerte de nuestra patria se jugaba un futuro peligrosamente impredecible. Sin duda por falta de defensas políticas de un famélico sistema nacional que apenas puede denominarse como “democrático”, había crecido un tumor maligno llamado “Fujimorismo”. Era imperativo evitar que se apoderara de todo el organismo estatal. El partido que competía – constituido para la ocasión, como casi todos – liderado por PPK, era insuficiente para vencer, aun con algunos aliados venidos a menos durante la campaña. Hacía falta una unidad de sangre nueva para evitar un deceso que ya era evidente, y esa sangre solo la podía aportar Vero que como lideresa del Frente Amplio, único movimiento de izquierda, cuya visión del país y su programa obviamente eran distintos al de PPK y de los demás. Tener que votar por un personaje tradicionalmente conocido por sus vínculos con los poderes económicos extranjeros no podía ser fácil. Pero las circunstancias eran apremiantes y todos posaron sus miradas en ella. Y, finalmente, dijo su palabra salvadora en los dos idiomas con los que se expresa el pueblo peruano: el quechua nativo y el español. “Hay que votar por PPK para cerrar el camino al Narcoestado”. El opositor a Keiko – agregó - que no es de los nuestros, permitirá un escenario de lucha política más civilizado y un panorama político futuro mucho menos sombrío. Le gente la entendió y la siguió.  

Ese gesto insólito en un medio político teñido por la mezquindad, el cálculo interesado proclive a la ventaja sin importar principios ni valores, hasta llegar a la traición, no podía esperarse ni pasar inadvertido. Algunos no lo esperaban, pero muy pronto se disiparon las dudas. No habrá el “toma y daca” del que se han nutrido generaciones de políticos en el Perú. Tampoco la foto buscada con el triunfador para conseguir publicidad gratuita. Simplemente un agradecimiento a los peruanos que la acompañaron a salvar al país, sin pedir nada a cambio. Sabía ella y muchos, que de no tomar esa actitud, a esta hora todavía la estarían haciendo piñata.

Pero no sucedió. Los Cotler que dijeron que ella para “él no era nada”, porque no fijaba su posición ante Venezuela, como él quería; Vargas Llosa para quien la izquierda es poco menos que un antihistórico dislate político y el propio PPK el que le pedía obras a una joven que nada había hecho en “su perra vida”, han tenido que tragarse sus palabras.

La talla de Verónika alcanza entonces, en cortísimo tiempo, una altura que muchos políticos no logran llegarle a la cintura. Por fin otra forma de hacer política. Había que terminar con las farsas a las que estábamos acostumbrados, al sainete, a las operetas. Política en serio, con principios, talento y coraje. Los reconocimientos no se hicieron esperar. Algo muy importante: ellos venían no precisamente de sus partidarios que no habían ganado nada, sino de muchos, incluso, que la veían por sobre el hombro o la denigraban. No podemos dejar de reconocer que muchos de ellos desde sus predios opuestos lo han hecho sin ambages y con hidalguía. La izquierda le sacó las castañas del fuego a la Derecha. Algo ha cambiado en el país. Una cuzqueña sin ínfulas ni considerarse una predestinada de Dios, lo ha hecho.

En este contexto – de fama bien adquirida y no de la del escándalo – el escritor español Hernán Migoya le ha escrito a Vero una Carta Abierta que los medios de comunicación y redes sociales han publicado, simplemente, como: “QUERIDA VERÓNIKA”. Él es un pacifista, se confiesa no radical y detesta a los que “buscan la confrontación violenta porque se creen superiores que los demás. Lo radical y los bajos instintos los dejo para mis libros de ficción”, dice. De acuerdo. Él es un literato y no un político, menos un revolucionario. Su mundo es el de la ficción, de la estética. Los políticos honestos tienen que ver con realidades sociales muchas de ellas de lacerante injusticia que hay que cambiar, y esas - por desgracia – no se cambian con poemas ni con oraciones. Tampoco los revolucionarios auténticos que han cambiado el curso de la Historia, lo han sido por gusto o porque se “creían superiores”, creo que no hace falta poner ejemplos. El escritor Migoya afirma que le “gusta que la gente se entienda hablando”. A mí también. Pero es que en la vida no siempre la gente se entiende hablando, incluso desde el hogar y si no los divorcios no existirían. En política mucho menos, porque no siempre la llamada “lucha de ideas”, es tal, casi siempre es de INTERESES y no todos los dialogantes están dispuestos a renunciar a ellos en todo o en parte.

Estoy enterado que Migoya es autor del best-seller “Todas Putas”, una publicación discutida en España, que no he leído. En cambio sí: “Mis putas tristes”, del gran García Márquez, y lo cito no por la temática de ambas obras, sino porque en el último caso, Gabo fue un hombre de paz y consecuente con sus ideas de izquierda hasta que murió. Fue gran amigo de Fidel Castro que se levantó en armas, en favor de su pueblo; era imposible que se entendiera “hablando” con el tirano Batista quien explotaba, prostituía y mataba a los cubanos para lucrar del poder. Pero Castro como El Che – a quienes conocí – no eran exponentes de “bajos instintos”, sino todo lo contrario, arriesgaron todo hasta entregar su vida. El Nobel colombiano ha sido criticado acerbamente por mantener su leal amistad con Fidel hasta el final, contrariamente a lo ocurrido con el peruano Vargas Llosa, apasionado defensor en un momento de la Revolución cubana, para terminar hoy al servicio de los nuevos planes imperiales contra los gobiernos de izquierda Latinoamericanos: “El Plan Cóndor II”.

Lo mejor de la carta de Migoya es que reconoce el gesto noble y desinteresado de Vero. “un presidente que ha ganado gracias a que tú diste un paso atrás con la entereza de una persona honrada y responsable”. “Nos has dado a todos –continúa - una lección de humanidad, Verónika”. “Tu paso atrás ha sido un paso adelante para tu patria”, termina.

No dudo de la sinceridad del escritor español y me parece irreprochable el exultante final de la carta, pero consideraba necesario hacer algunas previas aclaraciones y poner en alerta sobre determinados métodos que se usan en política cuando se quiere mediatizar a un líder “por las buenas”, hacer por ejemplo un izquierdista light, un café descafeinado. Ejemplos en la Historia hay muchos, como lo que pasó con los líderes de la Revolución Cubana que no cayeron en la trampa. En el Perú, Vero tiene un ejemplo viviente de una amiguita a quien el poder la “mareó” y hoy el banquillo de los acusados la espera.


Escrito por

Sigifredo Orbegoso

Doctor en Derecho: Constitucionalista. Ha enseñado en varias Universidades especialmente en la UNT (Decano)


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Dejemos de hablar a media voz.

No siempre se llama al "pan pan y al vino vino", por razones de interés o compromisos de otra índole de los cuales yo carezco.