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ABOGADOS Y DELINCUENTES Y ABOGADOS DELINCUENTES

Publicado: 2016-07-12

Por razones imposibles de desarrollar en una nota como esta, solo diremos lo que se supone todos saben: que un delincuente necesita de un defensor o abogado, pero ¿para qué? ¿Para que defienda, querría decir “justifique” sus crímenes o fechorías? Por supuesto que no. Su labor es vigilar el “debido proceso”, que se cumpla con las leyes y defender los derechos que a él, aun como delincuente, le corresponden. Es decir, que no sea víctima de atropellos policiales ni judiciales. Vigilar se le reconozca todo en lo que le favorezca como persona y ciudadano. Como se ve, nada de esto supone que el “defensor”, tiene que defender el delito cometido, menos hacer de un criminal o ladrón un santo.  

Ocurre, sin embargo, que con el tiempo y el estado de degeneración social e institucional, la corrupción ha teñido cual mancha de petróleo crudo a buen número de abogados. Ahora ellos por dinero u otras dependencias, se identifican tanto con sus defendidos, ya sea de un asaltante a mano armada o un “financista” de cuello y corbata quienes son los más peligrosos. Y, además, de mover mucho dinero - como hemos visto en varios casos emblemáticos - detentan poder político, a tal punto que no se sabe quién es el delincuente y quién el abogado. Para colmo de males, algunos abogados se han “convertido” en jefes de su propia banda, tal el caso de Rodolfo Orellana Rengifo, estafador de terrenos - de alto vuelo - que con la complicidad de medio mundo, se calcula amasó una fortuna de $. 100 millones. Por años nunca lo detuvieron en el Perú: cayó en Cali. Usaba de mandaderos a congresistas. El Colegio de Abogados de Lima lo detectó en sus inicios y lo votó. Pero este es un ejemplo que no han seguido otros cuerpos colegiados. En Trujillo un abogado-delincuente fue asesinado en un ajuste de cuentas con otros hampones.

El “modus operandi” de estos “abogados” es conocido: se prestan, mejor dicho se alquilan, para hacer de intermediarios de sus clientes a fin de comprar jueces o fiscales venales, muchos de los cuales son socios en estas relaciones procaces. Algunos son “ganchos” para conseguir a quienes estén dispuestos a comprar justicia. Otros son hábiles en encontrar testigos falsos, peritos y hasta médicos forenses cuyas autopsias dejan mucho que desear. En el Perú hemos visto cómo a un cadáver lo exhuman hasta tres veces para hacerle nueva autopsia: ¿nuestros forenses no saben lo que hacen o lo único que saben es lo que cobran? Pero nuestros letrados aludidos no tienen reparos para presionar malévolamente a quienes consideran necesario para salvar de algún enredo judicial a su cliente – en el sentido más comercial de la palabra – llegando hasta el chantaje. Saben que todos tienen su precio o miedo, aunque a veces se equivocan. Las modalidades son muchas y no pensamos agotarlas, sin embargo, no podemos dejar de anotar que el tradicional “defensor” cuyas funciones están claramente establecidas por la Deontología Jurídica, se ha convertido en “asesor” de confianza no solo de avezados delincuentes, de bandas de narcotraficantes, sino también de empresarios a quienes los “ilustran” cómo evadir impuestos, cómo burlar los derechos de los trabajadores, en fin cómo “sacar la vuelta a la ley” e indicar “salidas” con el mismo objeto. Y lo hacen con placer y a gusto del cliente. Para eso paga, dicen, sin sonrojarse.

En las Facultades de Derecho de tiempos pasados, nos enseñaban el curso de Deontología Jurídica que en suma estaba orientado a enseñar al estudiante los deberes éticos que supone y exige una defensa. Se trataba de analizar los valores y conductas que deben considerarse cuando se asume el patrocinio de un caso determinado. En este orden de ideas estudiábamos el “El DECÁLOGO DEL ABOGADO” de dos eminentes juristas: un español Don Ángel Ossorio y un uruguayo, Eduardo Couture, autores de varios libros. El primero, por ejemplo, decía: 1. “No pases por encima de un estado de tu conciencia”. Claro, cuando hay conciencia del deber ético, que es lo que ahora falta. 2.”No afectes una convicción que no tengas”. Por supuesto cuando se tiene convicciones, de las que hoy carecen muchos abogados. 7. “Pon la moral por encima de las leyes”. En nuestros días vemos con frecuencia que se elaboran leyes con nombre propio, mientras otras son fruto de componendas congresales para favorecer determinados intereses. 10.”Busca siempre la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras armas que las de tu saber”. Obviamente, saber Derecho que para no pocos abogados es lo que menos interesa, pues para sobornar a jueces lo que se necesita es dinero y luego - casos hay - en que él mismo le dicta el recurso al “letrado”, para abreviar términos. Por su parte Couture, entre otras verdades decía: “Piensa: el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando”. Desde luego, en la era de la internet vemos a jóvenes copiando y pegando citas en sus trabajos; pero pensar lo que se llama pensar, es decir tener un posición crítica propia, nones. Y los profesores ya no usan pizarra sino Tablet y se niegan a dialogar con el alumno. 3. “Trabaja: la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas”. El maestro uruguayo aquí muerde carne. “Causas justas”, ¿qué es eso? ¿Qué interés tiene para la generalidad de abogados que la causa sea justa o injusta? Lo que le interesa es que le paguen bien y aunque sepa que va a perder le dice al cliente que va a ganar y esto si no trabaja con la parte contraria, ¿exagero? Miren el caso de Fujimori, desde su detención en Chile nunca ganó una etapa de su largo proceso a pesar de las declaraciones de su “famoso” abogado. Ha esperado, en vano que su hija llegue a la presidencia para que lo indulten, pero la justicia “Divina” no le ha sido propicia. Un último ejemplo. 4. “Lucha: tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”. Debieran saber los abogados de marras, que el valor supremo para cuya defensa existe el Derecho es la Justicia. No es Derecho un orden legal para hacer prevalecer o imponer la injusticia, pues entonces habría que apelar al Derecho a la Insurrección.

Como era de esperar, el curso de Deontología Jurídica ha sido abolido, creo, que en todas las Facultades de Derecho. No interesa – dicen - los expertos curriculares. EVO MORALES, presidente de una Bolivia que avanza ejemplarmente en el panorama regional - tal vez porque no se ha contaminado en universidades - ha planteado una Cumbre de Justicia como una forma de luchar contra la corrupción. En lo que atañe a los abogados, plantea que todos aquellos que se vean involucrados en casos de corrupción so pretexto del “ejercicio de la defensa”, les sea cancelado el título, a ver si de este modo dejan de ser cómplices de los delincuentes. El ilustre aymara, se basa en el caso, nada menos, de Belaunde Lossio, en el cual la Justicia boliviana estableció que fueron sus abogados quienes sobornaron a la policía boliviana y haciendo uso de buena cantidad de dólares tramitaban la fuga de Belaunde al Brasil. Igual ocurrió en Tía María, fue el abogado de la Southern el enviado que trató de comprar a los dirigentes de los campesinos por “unas lentejas”. Ellos están en la cárcel y el abogado bien gracias por el incremento de su cuenta bancaria, según se sabe. No a los abogados con título para delinquir. Bolívar dio un Decreto para fusilar a quienes interfirieran en la recta aplicación de Justicia. Antes estaba, enmarcado, en los Juzgados y Escribanías, antes.


Escrito por

Sigifredo Orbegoso

Doctor en Derecho: Constitucionalista. Ha enseñado en varias Universidades especialmente en la UNT (Decano)


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Dejemos de hablar a media voz.

No siempre se llama al "pan pan y al vino vino", por razones de interés o compromisos de otra índole de los cuales yo carezco.