#ElPerúQueQueremos

COLOMBIA: “EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS”

Publicado: 2016-10-07

“En Octubre no hay Milagros”, como se sabe, es una novela muy conocida del escritor peruano Oswaldo Reynoso, recientemente fallecido. El tema nada tiene que ver con la encrucijada que vive, desgraciadamente, Colombia, para cuyo país, como para el Perú, no habrá milagros ni en enero, julio o diciembre. El tiempo corre y la tragedia no termina.  

Es muy difícil entender el problema que después del “No” por la Paz – increíble a pesar de las vueltas que quieran dar sus autores a una tortilla que se quemará para todos – si se ignora las guerras intestinas que han ensangrentado a Colombia a través de su Historia. Peor, reseñarlas en un breve comentario como este. Sin embargo, para alguien que tuviese interés, podría leer el Prólogo que el notable escritor mexicano Carlos Fuentes, hizo al libro “JAQUE AL TERROR” de Juan Manuel Santos, cuando era Ministro de Defensa. Santos conoció a Fuentes, cuando este dictaba unos cursos en Harvard, y el futuro presidente estudiaba economía en la prestigiosa universidad. El interés político común estrechó su amistad que, luego, se concretó en el prólogo del libro que hoy cobra inusitado interés por las razones que veremos.

En efecto, Santos fue Ministro de Defensa - nada menos - que de Uribe, del 2006 al 2009. Período durante el cual asestó los golpes más duros a las FARC, abatiendo a Jefes supremos de esa organización armada, todos ellos veteranos en la lucha como Raúl Reyes, Ríos, Caballero, Cano, Jojoy, y otros cuyas muertes en su momento tuvieron gran resonancia internacional, como la del fundador, Marulanda “Tiro Fijo” quien fue el primero que murió a los 80 años, por enfermedad. Los demás fueron sucesores elegidos. En estos momentos – llenos de especulaciones ignaras que inundan las redes sociales y mediáticas – se justifican por una sencilla razón: si había un hombre a quien las FARC tuvieran motivos de odiar, ese era Manuel Santos. Nadie los había golpeado más fuerte como él. Y, por su parte, nadie como él, por lo mismo, sabía lo que era la guerra, para poner tanto empeño en conseguir la paz como ha sido testigo todo el mundo. Él nunca fue un hombre de izquierda, pero al asumir el mando Militar comenzó por terminar con los “falsos positivos”, es decir, aquellos a quienes se les hacía pasar como guerrilleros no siéndolo y con el fin de conseguir ventajas por sus “captores” o asesinos. Igual a lo que está ocurriendo con la Policía en el Perú que estúpidamente se comenzó llamando “Escuadrones de la Muerte”. Hoy todo está claro: se trata de una descomposición institucional que ha complicado mandos, Jefes y reparticiones policiales con fines mafiosos en beneficio particular, que nada tenían que ver con la persecución de verdaderos criminales. Lo mismo estaba sucediendo en Colombia.

Solo será posible señalar algunos hitos para que quienes parten de cero puedan tener alguna idea del complicado y grave problema que vive Colombia y que no debiera sernos ajeno. Coincidimos en Bogotá el 7 de agosto del 2010, día que asumió el mando por primera vez Manuel Santos, luego de una de las votaciones más abrumadoras de la historia de Colombia. El acto no se hizo en el Congreso, sino extraordinariamente en la misma Plaza de Bolívar, acondicionada para la oportunidad. Por medio de amigos magistrados, no nos fue difícil conseguir una ubicación. Allí estaban los Presidentes invitados; era notoria la ausencia del Comandante Chávez, debido a las tensiones habidas en las fronteras con Venezuela y Ecuador. En su representación estuvo Maduro, entonces Ministro de Relaciones Exteriores. Santos, en su discurso trató de marcar la diferencia con el gobierno de su antecesor tanto en los aspectos sociales, políticos e internacionales. Insistió mucho en la Paz, pues entonces como Ministro de Defensa había sido el más exitoso frente a las FARC, hecho que no lo envaneció ante a la posición liquidadora de Uribe quien, como otros ultrarreaccionarios, no reparaba en que en 52 años no habían podido aplastarlas; pero también es cierto que ellas no habían podido triunfar. La situación especial a considerar era que no se trataba de una guerrilla arribista sino afincada en un campesinado con “territorio” milenario surgido de su propia AUTODEFENSA, la hacía muy difícil su erradicación. El “foquismo” del Comandante Guevara, hay que señalar, corresponde a otra estrategia y terreno. Santos, al final, fue ovacionado por una plaza colmada de colombianos y visitantes que lo aplaudían de pie.

Conociéndole como se le conoce ahora, Uribe no ha podido asimilar los triunfos de Santos. Es inocultable el protagonismo que quiere asumir en este momento. Su slogan por el NO ha sido: “La paz sí, pero no así”. Un destacado periodista colombiano lo ha traducido: “La paz es buena si la firmo yo”. Santos había dicho – luego de 4 años de negociaciones – que era natural que ninguna de las partes estuviese enteramente contenta y que sería necesario hacer reajustes consultando a las demás fuerzas políticas. Al día siguiente de conocidos los resultados convocó a una reunión, fueron todos menos Uribe. Posteriormente tuvo una reunión bilateral que la crítica calificó como un show de Uribe Los “argumentos” con los que ha ganado el no han sido increíblemente ridículos: “si gana el “Si”, será el triunfo del “castrochavismo”, Colombia se convertirá en una Venezuela”. Las sectas evangélicas decían: “Vendrán los santeros afrocubanos” para atentar contra nuestra religión”. Otros, católicos: “Quieren imponer la “ideología de género”, como Cipriani en el Perú. Y sobre la Paz y fin de la guerra, de las matanzas de décadas y propuestas de solución, nada. El 60% de colombianos se quedaron en su casa, no votaron, indiferentes. Una lección: las regiones campesinas que más sufrieron la tragedia de la guerra votaron masivamente por el “Si”. Otra vez se reedita la supremacía de la Ciudad contra el Campo. Pena y desgracia. La Paz con todos sus gastos que la reacción considera onerosa, es dos tercios menor que lo que cuesta la Guerra. Y las penas que se piden, por disminuidas que fueran, necesitarían de muchas cárceles más y juzgadores imposibles de implementar.

Pero hay dislates cerriles, que se hacían circular: “Que depongan las armas para dialogar”. “Los terroristas no tienen palabra”. Olvidando los antecedentes históricos en países hermanos. Lo mismo le dijeron al célebre Augusto César Sandino en Nicaragua y, cuando lo hizo, el pérfido Anastasio Somoza, terminó asesinándolo luego de una cena en Palacio. En la propia Colombia, todavía está fresco el recuerdo del apuesto Jefe guerrillero del M-19 Carlos Pizarro. Depuso las armas y cuando se incorporó a la vida política como candidato a la Presidencia, fue asesinado cuando, ya en campaña, volaba en un avión comercial de Bogotá a Barranquilla, por un sicario de un grupo Paramilitar al mando del asesino múltiple Carlos Castaño, según propias declaraciones. ¿De quién hay que desconfiar? ¿De la Derecha acaudalada viviendo cómodamente en Bogotá y Medellín y de Uribe que hizo carrera política con ayuda del narcotráfico - Escobar – o de quienes se han pasado la vida muriendo y viendo morir a su alrededor a sus compañeros de lucha? Antes había Amnistía, al APRA por sus crímenes más de una vez la amnistiaron, pero este es un conflicto con miles de hombres en pie de lucha en una Guerra que nadie pierde ni puede ganar, solo la razón lleva a una solución: transar. La única que debe ganar es Colombia a despecho de los “pescadores a río revuelto”, prestos a medrar.


Escrito por

Sigifredo Orbegoso

Doctor en Derecho: Constitucionalista. Ha enseñado en varias Universidades especialmente en la UNT (Decano)


Publicado en

Dejemos de hablar a media voz.

No siempre se llama al "pan pan y al vino vino", por razones de interés o compromisos de otra índole de los cuales yo carezco.