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BREVE HISTORIA DE LOS “ROMPEMUELLES” EN TRUJILLO

Publicado: 2017-01-18

No quisiéramos comenzar este artículo, sin dejar de señalar que la critica que formuláramos en nuestra anterior nota: “Alepo y Trujillo: un parecido”, en torno a la lenta y desordenada remodelación de pistas y veredas en la calle Manuel Tejada - aunque sería vanidoso presumir que se debe a él - lo cierto, que es lo que interesa, es que los trabajos están avanzando aceleradamente. Bien por las autoridades responsables y por las mejoras de la ciudad. 

Pero con motivo de esa nota, en la que también me refería a la proliferación de “rompemuelles”, pésimamente construidos y, generalmente, sin “sin ton ni son” como se puede ver a vuelo de pájaro, he recibido adhesiones, pero también “justificaciones”. Sobre estas quisiera ocuparme ahora.

La palabra no existe ni en el diccionario, es un modismo peruano para referirse a lo que en lenguaje técnico – Reglamento Internacional de Tránsito – se les llama RESALTOS que están destinados “excepcionalmente” a colocarse en las pistas o calles allí donde haya necesidad de que los conductores “DISMINUYAN” su velocidad. Estos deben estar precedidos 50 mts. antes de carteles que ponga sobre aviso al conductor para evitar frenadas bruscas que puedan causar accidentes. (En nuestro medio ¿cumplen las autoridades con este requisito?, nones) Pero estos resaltos no son para regarlos como piedras en el camino, según usos y costumbres de las turbas cuando se encrespan ante la falta de solución a sus problemas. Hemos dicho son excepcionales. Para lo demás están los semáforos, señalización, carteles, aviso, etc. Pero eso ocurre en los países civilizados. Aquí y en Lima podemos encontrar varios casos de esquinas con semáforo, pero con su “rompemuelles” abajo.

Vamos con un poquito de historia. El primer promontorio del que guardo recuerdo – S.E. u O – fue hace muchos años en la carretera al Aeropuerto, frente de la Iglesia San José. Era enorme y al comienzo, quienes transitábamos por allí nos hacía saltar hasta el techo del auto. ¿Cuál era la razón? Nunca lo supe. Supongo, porque yendo a la derecha - hasta hoy - hay un carreterita de trocha por la que rara vez circulan camionetas viejas y de vez en cuando se ve salir a un campesino con su burro. ¿Y para eso se ponía un enorme rompemuelles, en una carretera central que conduce a un aeropuerto y que está contraindicado poner este o cualquier tipo de obstáculos? Luego en los años siguientes del aeropuerto a Trujillo habían 15 rompemuelles en 7 kmts. No recuerdo exactamente cuando vino un presidente o el Rey de España – como corresponde al protocolo de seguridad – el servicio de inteligencia del visitante hizo un recorrido previo y dijo “esos obstáculos son peligrosos para cualquier emergencia y deben ser quitados”. Y tuvieron que ser removidos vergonzosamente, en algunos casos a medias. Y para mayor oprobio cuando ya se fue el ilustre visitante, el alcalde de entonces sacó un aviso en el periódico “pidiendo disculpas a la ciudadanía, por haber malogrado “sus” rompemuelles” El caso es digno para ser narrado en una novela de Eduardo González Viaña quien, dígase de paso, se ha cansado de protestar por la contaminación sonora en Trujillo. Hace tiempo – decía – un amigo norteamericano que visitaba con él nuestra ciudad, fue seriamente afectado en un oído por el ruido excesivo de un claxon impertinente. Vale la pena anotar que todo esto recordaba cuando en la menospreciada Bolivia – con su cholo Evo en el Gobierno, viajaba yo del aeropuerto a Santa Cruz, que dista unos 30 k. y no tiene un solo “rompemuelles”, salvo una tranquera móvil por donde pasa un tren. O sea no es necesario ser blanquito ni catedrático para saber gobernar.

Ahora bien. Para ver lo que sucede en otros países civilizados, que ignoran quienes creen que el mundo se agota entre su casa y su trabajo, vamos a colocar un par de ejemplos: La Avenida de la Castellana de Madrid que debe tener unos 7 carriles con una gran afluencia vehicular. En cada esquina hay un semáforo que, obviamente, cuando está en rojo todos los carros se detienen y por zonas señalizadas pueden pasar los viandantes. Cuando el semáforo cambia a verde, los autos salen disparados hasta la otra esquina. La Avenida 9 de Julio, en Buenos Aires – la más larga y ancha del mundo – cuando se produce la “largada” en verde por la cantidad de carros y la velocidad que llevan hacen temblar el suelo. Por supuesto usted tiene que estudiar muy bien cómo hay que pasar al lado contrario. Ahora si, en ambos ejemplos, se le ocurre cruzar la avenida a media cuadra tratando de “ganar” – a lo peruano - a los carros, lo que con seguridad va suceder es que le pasen por su encima unos 20 vehículos y lo dejen hecho un tortilla (de estúpido). Pues ningún conductor va a frenar porque causaría una catástrofe y solo a un cretino se le ocurriría poner “rompemuelles” para “regular la velocidad”. Contrario sensu, en las grandes urbes si no hay vías que permitan un desplazamiento rápido para cruzarlas habría que emplear días, además con el crecimiento demográfico, el progreso, el desarrollo se verían periclitados radicalmente. Es decir regresaríamos a la Edad Media, con esas pequeñas ciudades como Toledo (España) que por su gran atractivo histórico son bellas y se pueden cruzar a pie.

Al respecto hace ya varios años, dialogábamos con el distinguido jurista español Antonio Abruña Pujol, cuando ambos éramos rectores. Recuerdo que él me decía algo así: “El Derecho no está concebido para regular conductas de locos ni de personas anormales – deficientes mentales por ejemplo – sino de personas que se presume pensantes y que razonan con sindéresis. Pues el Derecho es un fin que se fundamenta en la razón. Y su objetivo es regular la vida en sociedad conforme cambia la realidad”. Idea que compartí plenamente, pues de lo contrario – añadí – habría que hacer normas que ya no serían generales, sino especiales para anormales. (Que se pueden hacer dentro de la categoría de “excepción”, es otra cosa)

Lo grave todo esto es que va surgiendo - ya lo hemos dicho - una mentalidad involutiva que justifica el error y no busca la forma de superarlo. (En política sobre la corrupción como un mal inevitable hay estudios importantes). Pero es tiempo de ir terminando con ciertos mitos y “creencias” que no están probadas ni tienen contrastación metodológica alguna, como al tema que nos estamos refiriendo. Veamos: que se inaugura un Nido, una Escuela, lo primero que se pone es un “rompemuelles”. Es el pensamiento peruviano. Como piensa un maestro en Europa: Los niños entran y salen 4 veces al día por unos minutos; en las noches no asisten y menos los meses de vacaciones. Los dichos “rompemuelles” van a estar fregando las 24 horas del día y todo el año. Entonces para obviar cualquier riesgo si al salir los niños tienen que cruzar la calzada, sale la profesora con un cartelito que dice STOP, los carros se detienen cruzan los pequeños y todo vuelve a la normalidad. Eso se llama conciencia social. Poner al mundo de pie y no patas arriba. Pero desgraciadamente todavía en nuestro medio tenemos profesores que se han quedado en la etapa del “Homus Erectus”. A contrapelo, trataremos de romper otros mitos estólido que en nuestro medio son moneda corriente.


Escrito por

Sigifredo Orbegoso

Doctor en Derecho: Constitucionalista. Ha enseñado en varias Universidades especialmente en la UNT (Decano)


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Dejemos de hablar a media voz.

No siempre se llama al "pan pan y al vino vino", por razones de interés o compromisos de otra índole de los cuales yo carezco.